sábado, 8 de octubre de 2011

"Nuestro gran problema es la resistencia al consumo de transgénicos"

Monsanto en el mundo es sinónimo de transgénicos, y el principal desafío de quien trabaja para la firma parece ser explicar las bondades de lo que produce.



"Creemos que este es un tema que se va a ir clarificando con el tiempo", sostiene el vicepresidente de Monsanto Latinoamérica Sur, Pablo Vaquero. Pese a que muchos hablan de riesgos, especialmente los consumidores europeos, el empresario insiste en que "en 15 años de tansgénicos, no hubo problemas".
El ejecutivo que desde 1995 pertenece a la multinacional estadounidense con sede en St. Louis, en el estado de Misuri, habló del potencial de la firma y su negocio en la Argentina, y de los sinsabores de apostarle a un país con el cual la firma tuvo, en 2006, un enfrentamiento judicial.
Después de perder la batalla por el cobro de patentes por su famosa soja RR, que hoy cubre casi todos los campos sojeros argentinos, Monsanto quiere introducir en el país su nueva soja: la RR2.
¿Por qué siguen apostándole a la Argentina?
Desde el punto de vista global, definimos cinco lugares en el mundo para seguir invirtiendo y donde se puede hacer una diferencia en la producción de alimentos. Estos lugares son: Estados Unidos, Brasil, China, India y la Argentina. Vemos un negocio creciente en el país, principalmente en los cultivos de maíz, soja y algodón en el norte, y con una importante penetración de biotecnología en estos tres cultivos. Justamente estos cultivos estratégicos para el país son estratégicos para la compañía.
¿Van a poder cobrar patentes por su nueva soja?
Todos aprendimos y maduramos y el productor entiende la necesidad de pagar por la propiedad intelectual para que las tecnologías lleguen. Ahora falta un marco acordado para que haya control y en eso estamos avanzando con la Asociación de Semilleros Argentinos, y creemos que esto nos va a permitir avanzar en soja, como en Brasil. Comparado con Brasil, Paraguay y Uruguay, Argentina es el país donde hay menos respeto a la propiedad intelectual. Brasil desplazó recientemente a la Argentina en su segundo puesto en cantidad de hectáreas sembradas con transgénicos, detrás de los Estados Unidos. Pero este no es el único problema para Monsanto en la Argentina. Desde 2006, el Gobierno controla las exportaciones de trigo y maíz, y la falta de competencia entre el mercado externo y el interno, dicen los productores, recorta los precios que perciben, a lo que se suma la baja por retenciones.
¿Los productores invierten menos en insumos por las trabas a la exportación?
Hay una distorsión de precio final que está dada por un control de las exportaciones para cubrir el mercado interno. Pero el productor que siembra maíz lo hace con la mejor tecnología posible. Sabe que tiene que hacerlo para ser competitivo y ganar en rentabilidad. Lo que perdemos es el potencial crecimiento del área sembrada. El Gobierno tiene que tomar conciencia de la potencialidad que tiene el sector.
¿Siguen con su plan de inversiones en este año electoral?
Nosotros continuamos con las inversiones como estaban planificadas. Si bien tenemos restricciones a la hora de importar ciertos insumos y vemos que el productor tiene cierto desconcierto por algunas medidas, vemos que la oportunidad es tan grande que no podemos perder el foco. Seguimos invirtiendo pese a las dificultades.
Desde la Argentina, Monsanto maneja Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile. Hoy el negocio local esta concentrado en la venta de semillas de maíz y del herbicida estrella, el glifosato, y en la producción de semillas para exportar. Y si los pronósticos se concretan, pronto volverá a vender soja, y cobrar regalías por ello.

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