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jueves, 25 de abril de 2013
domingo, 7 de abril de 2013
LA TAREA MÍNIMA
I
Por otros lados del mundo, la dirigencia
política que decide sobre los asuntos geoestratégicos de su país, lo hace y
actúa en función a los esfuerzos y resultados que se tenga en materia de
ciencia e investigación.
Desde hace mucho tiempo,
algunos países, ya entendían que el bienestar socioeconómico de su población
dependería de las capacidades de dominio del conocimiento, creadas y
desarrolladas a lo largo del tiempo.
Décadas atrás, en América Latina, se venía hablando de la importancia
y del efecto que igualmente ello tendría para atender asuntos fundamentales - incluso
asuntos relacionados con la estabilidad democrática - como la desigualdad, la
exclusión social y la pobreza. Casi que de manera discreta, algunos que otros
políticos asesorados, venían insistiendo en la necesidad de que el Estado
apoyara y financiara más la actividad de generación y desarrollo del
conocimiento.
Mucho, pero mucho después que los países
desarrollados, algunos gobiernos de la región han asumido una agenda para
promover políticas orientadas al desarrollo de la ciencia, la investigación y la
innovación, lo que ha generado – salvo algunas excepciones -, que se haya aumentado
de manera sostenida, el presupuesto nacional
en ciencia.
También se han creado, como ha ocurrido en
México, instancias políticas como el Consejo Consultivo de Ciencia y Tecnología,
adscrito a la Presidencia
de la República
que ha servido para apoyar la gestión de gobierno, facilitar la articulación
interinstitucional y, sobre todo, para evitar el control absoluto y los excesos
de formular e implementar este tipo de políticas por parte del ministerio de
ciencia y tecnología. Supone, esto último, que el conocimiento es un asunto de
Estado.
Es en el 2010 cuando la CEPAL , ya sin discreción ni
temores, decía a todas luces en sus informes, que los países de la región estaban
obligados a invertir mucho más en investigación; y afirmaba que prácticamente
se haría imposible atacar la desigualdad social en ausencia de capacidades
científicas y tecnológicas. Advertía también la CEPAL , que el crecimiento
sostenido y la posibilidad de atender problemas de esa naturaleza, podrían
verse limitados por la falta de políticas adecuadas para desarrollar la innovación,
pero, también, por la ausencia de una institucionalidad coherente y articulada para
implementar tales políticas.
Las experiencias que de forma
particular pueden observarse en países del Asia y Europa, muestran cómo el
Estado, siendo el principal actor político, y partiendo de una valoración y
visión estratégica del rol del conocimiento, ha tenido que experimentar un proceso de transición y
transformación en su estructura organizativa, programática y operativa. Esto le
ha permitido funcionar de otra manera, a objeto de poder atender la complejidad
de las demandas económicas, sociales y culturales relacionadas con la actividad
del conocimiento. De igual modo, el Estado ha podido avizorar con mayor tenor
estratégico, tanto los alcances y oportunidades de la actividad de cooperación
internacional, como los espacios y límites reales de su soberanía tecnológica.
Este tipo de Estado reconoce la
institucionalidad de la actividad de conocimiento, como garantía de estabilidad
democrática y como una forma de fortalecer y aprovechar su posición estratégica
en el marco de las relaciones internacionales.
En países más y menos desarrollados (científica
y tecnológicamente) como Finlandia, Corea Sur, Japón, Alemania, Francia, Bélgica,
Portugal, Brasil, México, Colombia, Chile, entre otros, en lugar de declarar la
soberanía tecnológica como modelo para implementar políticas, el Estado ha
venido planeando su visión de “reducir brechas” de la dependencia tecnológica que
existe con otros países. Ello, ha resultado positivo para el desarrollo y la evaluación
programática de las políticas públicas y en el control y seguimiento de las
expectativas de los ciudadanos.
Podría uno decir, que muy poca cabida hay
para cuentos chinos.
Una referencia importante lo es Francia,
este país ha venido orientando la investigación al interno, articulándola con
una estrategia de cooperación científica internacional. Se trata, de una
estrategia en el marco de su actual política exterior.
La iniciativa del Estado francés en desarrollar la “Diplomatie Scientifique
Pour la France "
(Diplomacia de la Ciencia
para Francia) es una política de atracción, en las cuales participan de forma
protagónica el Ministerio de Asuntos Exteriores y el de Educación Superior
conjuntamente con la red interministerial
y la red diplomática; esto con el objetivo preciso de fortalecer la
política científica nacional, garantizar la movilidad de investigadores
franceses y promover las políticas de innovación de las empresas francesas que
se encuentran dentro y fuera del país.
En el escenario global, tareas de este
tipo, han permitido que las sociedades reconozcan a las políticas
públicas en ciencia y tecnología como prioridad y responsabilidad del Estado y
la hagan, incluso, aspectos reguladores de la expectativa electoral. No
obstante, son condiciones necesarias, la dirección estratégica articulada entre
todos los actores que allí participan, sin anacronismo y mucho menos con el
“despelote” que por lo general, se emana de la lucha de poder por lograr el
protagonismo.
A
lo que llamamos Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, cuestión que
al parecer, en Venezuela, sólo interesa a ese ministerio, en muchos otros
países ese sistema es invadido por una diversidad de actores e instituciones que
directa e indirectamente participan en la actividad de generación y desarrollo
del conocimiento. Allí, existen actores específicos que tienen una enorme y
valiosa responsabilidad, sobre todo, cuando
se trata de hacer exclusivamente ciencia e investigación.
En Brasil, por ejemplo, la
“innovación abierta” no es un concepto “vale todo”. Este tipo de innovación es comprendida
como un proceso inclusivo, pero fundamentalmente como un espacio para la valoración,
exploración y verificación de ideas y saberes y permite la identificación de
roles y define la participación de todos los actores e instituciones de la
sociedad en grandes proyectos de desarrollo. Además, se ha podido aprovechar la
fuerza laboral existente para articularla a este tipo de actividad, por ejemplo
desde la “bolsa familiar” hasta los programas de “cooperativas solidarias” que
son beneficios de asistencia continuada por parte del Estado a sectores
excluidos y de la economía informal; igualmente se observa una actuación
interinstitucional que permite detectar, desarrollar e implementar políticas
capaces de promover la actividad del conocimiento.
II
En Venezuela,
desde el gobierno y la oposición, han sido muchas las críticas que se le han
venido haciendo a la dirigencia política de estos últimos años sobre los
actuales resultados en el campo de la producción científica y tecnológica; también
sobre la articulación de la ciencia y la investigación con el desarrollo productivo
nacional y con los problemas relacionados a la pobreza, exclusión y desigualdad
social.
Aunque poco o nada de caso han hecho a esas
críticas, quienes defienden las políticas implementadas hasta ahora, ratifican
y radicalizan su “visión revolucionaria” de comprender el rol de la ciencia y
la tecnología, amparados de una supuesta independencia y soberanía tecnológica
que honesta y objetivamente no tenemos, y que científicamente hablando, estamos
bastante lejos de tenerla, sobre todo, si se continúa fortaleciendo la
permanencia de las condiciones para el atraso científico y tecnológico.
Mientras
todo esto ocurre y en medio de una bonanza nunca vista en el ente rector, por
la recaudación de la LOCTI ,
lo que es evidente, es que en “revolución” la cultura científica y tecnológica
del país no es mejor ni ha superado los problemas de la que teníamos antes. No
lo es tampoco la percepción política de nuestra sociedad sobre la ciencia, ella,
está cada vez más lejos de formar parte de la cultura política nacional, y esto
no es menos importante.
En el ámbito estratégico y programático, las
instituciones del Estado continúan como
en la IV República ,
operando de forma incoherente y hasta “descosida”, éstas no están articuladas
para apoyarse en la ciencia y la investigación como componentes fundamentales
para el desarrollo nacional.
Más difícil aún, ha sido, que estas
instancias se hayan podido convertir en campos del pensamiento estratégico de
la política para la ciencia, la investigación y la innovación.
Ministerios como el de Educación Superior,
Agricultura, Defensa, Energía y Minas, Industrias y Relaciones Exteriores,
incluso el de las Comunas, poco o casi nada están articulados con el de
Ciencia, Tecnología e Innovación.
No sorprende entonces, que tengamos los
problemas que aún nos invaden y nos sumergen en el subdesarrollo: (1) no tener
verdaderos y mejores científicos de los que antes teníamos en nuestras
universidades y centros de investigación, (2) disminución de la producción
nacional agrícola por no aprovechar adecuadamente las capacidades y
potencialidades nacionales en el campo de la biotecnología, (3) poco dominio
del conocimiento capaz de ser incorporado en la compra de tecnología militar, (4)
carencia de proyectos de transferencia tecnológica para articularlo con el capital
y la tecnología de los 21 países distribuidos en los 36 bloques de producción de
la Faja Petrolífera
del Orinoco, (5) inferioridad promedio de 3-10 veces del volumen de producción
de petróleo (con desarrollo científico) al de hace 20 años, (6) desgaste de la infraestructura tecnológica básica en el sector
industrial que supera en promedio el 80-85%, (7) falta de apoyo, ausencia de
gestión y de investigadores calificados para el
fortalecimiento y desarrollo de los centros de investigación de las empresas de
la CVG y del campo de la minería, (8) ausencia de Agregadurías Científicas y
Tecnológicas en Embajadas y Consulados de países aliados, en el marco de los
convenios y acuerdos de cooperación internacional, y con las que se puedan
crear programas estratégicos a objeto de aprovechar y potenciar los procesos de
transferencia tecnológica, (9) muy baja articulación con el poder popular para
incentivar nuevas líneas de investigación que respondan a necesidades sociales
concretas como salud pública, y otros muchos asuntos más.
Pónganlo como lo pongan, no hay manera de
maquillar esta realidad.
Nadie podría negar, que el Estado, durante
estos años, si ha hecho esfuerzos y ha dispuesto de recursos para “adoptar
tecnología”, claro que lo ha hecho. Sin embargo, ha sido su labor más que
insuficiente y nada revolucionaria de no crear y desarrollar una estructura de
dominio del conocimiento, con la que pensemos a largo plazo reducir la casi
total dependencia tecnológica del país, básicamente por haber optado a la
compra sin límites de tecnología foránea, y con enorme ingenuidad y sentido
mágico, querer hacer ver, que de esta manera, se estaría logrando transferencia
de conocimiento y también la soberanía tecnológica.
Por citar sólo algunos ejemplos, desde la
planta de producción de las “Canaima”, pasando por la televisión digital, hasta
la fabricación y puesta en marcha de los satélites Simón Bolívar y Miranda -
todos proyectos emblemáticos de la revolución – se detectan enormes debilidades
en materia de infraestructura científica y capacidades humanas adecuadas. Tampoco
hay pensamiento ni políticas estratégicas para darle sostenibilidad a estos
proyectos, promoviendo y desarrollando ciencia básica y una gestión verdadera
con relación a los potenciales procesos de transferencia tecnológica.
Adicionalmente, es más que evidente, la
desarticulación institucional y la falta de redes gubernamentales para darle
sostenibilidad a los mismos.
Así las cosas, será imposible acortar la
brecha de dependencia tecnológica con los países proveedores de tecnología, que
bien conocen de nuestras debilidades e ingenuidad, y bastante claro tienen su
agenda de negocios.
III
Buenas noticias, esperaría
uno, de que parte de la decisión de colocar como segundo al mando del timón del
ejecutivo, fuese el que estuviese como Ministro del Poder Popular para Ciencia,
Tecnología e Innovación, consciente y dispuesto a intentar enderezar las “patas
cojas” que se han dejado en el camino durante estos años.
Según los inacabables e inefables rumores que hacen nuestra vida cotidiana, nos alertan y nos dicen, que la decisión de colocar al ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación enla
Vicepresidencia de la República , ha sido más una decisión política y
personal, en vida del presidente Chávez, que una decisión estratégica y
programática de la gestión de gobierno.
Según los inacabables e inefables rumores que hacen nuestra vida cotidiana, nos alertan y nos dicen, que la decisión de colocar al ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación en
Obviando la verdad o la
mentira del rumor, y sospechando que la estancia del aún Ministro en la Vicepresidencia no
parece corta, debiera ser un lujo y una estupenda oportunidad para cualquier
país del mundo, que el Vicepresidente de un gobierno, sea alguien que antes haya
estado cooperando con las políticas del Estado relacionadas con la ciencia y
tecnología.
Ojala se haga la tarea mínima, generar los
espacios programáticos a fin de articular las instituciones del Estado en la reformulación
de grandes proyectos científicos y tecnológicos para el desarrollo integral de
la nación. Más, eso no puede esperar.
Ahora
bien, no es un secreto que la mayoría de los ministro que conforman el gabinete,
no tienen dentro de sus apuntes el tema del desarrollo científico y
tecnológico; los que lo tienen, allí, la tinta casi ni se distingue; y el que
sí los tiene, seguro está que ya alcanzamos nuestra independencia tecnológica.
Negativo
también lo es, el que los partidos de gobierno y oposición manifiesten un claro
analfabetismo científico, uno porque claramente ha mostrado desconocer hasta del
valor político de la ciencia y, el otro, porque no supera la visión
aristocrática de comprender la ciencia.
Por Rafael Palacios Bustamante
Twitter: @rpalaciosb69
02/04/2013
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